Italo Chiavia sabía escuchar y también entablar una charla ocasional o profunda. Eso lo transformaba en interlocutor válido para conducir los momentos y acompañar los silencios cuando era necesario. Ese silencio ahora se prolongará, por su ausencia, pero tendrá voz en cada recuerdo que lo nombre y en quienes sintieron su abrazo y su mano firme, dispuesta a la gauchada.

En el campo hay postas, muchas de ellas son un regazo para el alma, donde hallar personas que están siempre dispuestas a entregarse por enteras para escuchar, dialogar, compartir un mate, una copa y hacer más corto el camino para esos vecinos, de a leguas, que llegan con sed de estrechar una mano y asociarse casi en un improvisado fogón, aún sin tizones.

En esas ruedas han surgido anécdotas, recuerdos, leyendas, sucesos o historias, se van sumando los relatos de tradición oral y se trasladan para tomar vida en cada ocasión que son recordados por los lugareños, en cualquier lugar.

Una de esas postas del alma es la conocida como “Almacén Chiavia”, en Lucas Sud 1era., espacio de tranqueras abiertas donde siempre hubo un palenque para atar el caballo, arrimarse para posar el codo en el mostrador y sumergirse en ese clima campero, con sones de guitarras y voces que pronuncian versos o elevan canciones que hablan de las raíces de nuestro folklore y hacen henchir el corazón.

Italo y su querida familia son parte de la historia del distrito y su fallecimiento ha causado profundo pesar en la comunidad y el departamento donde no solo han cosechado amigos, sino admiración por su solidaridad y generosa hospitalidad.

Sus restos son velados en sala de cochería La Oriental, Colón 365. Sepultura este miércoles 30 de julio, a las 11 horas, en el cementerio de Villaguay.