El proyecto de "reforma electoral" propuesto por el gobierno de Mauricio Macri, plantea serias dudas acerca de su conveniencia en cada uno de los puntos a analizar.

El proyecto del ejecutivo ha dejado expuesta la falta (o negación) de un diagnóstico serio indicando las causas de los problemas del actual sistema electoral y los caminos que conduzcan al cambio. Plantean el problema del clientelismo, pero no cómo es que el nuevo sistema terminaría con ese mal. Esgrimen argumentos en contra del método electoral que los llevó al poder. Evidentemente el gobierno anterior pudo asegurar la transparencia de las últimas elecciones. Creer que la solución a los problemas planteados se encuentra en un nuevo sistema electoral que ha demostrado su vulnerabilidad en el mundo, es en el mejor de los casos, pecar de ingenuos. Estamos nada más y nada menos que abriendo una enorme puerta al fraude.

Somos conscientes de la necesidad de perfeccionar los mecanismos de participación política a partir de un replanteo ético que incluya no solo las formas sino el fondo mismo de la cuestión; pero no creemos que esto sea una problemática que esté en la agenda urgente de la gente hoy. El oficialismo una vez más, vuelve a sobreponer su agenda particular, ante la agenda del pueblo que se ve apremiada por la realidad que han creado las políticas implementadas en estos 9 meses de gobierno. ¿Cuál es la urgencia por implementar esta reforma exprés que conllevaría un gran esfuerzo del estado y un enorme gasto?
Si bien lo que hace al fraude no es el sistema, sino los que cometen el fraude y los que no pueden asegurar la transparencia, algunos sistemas permiten un control más amplio y otros son más permeables a la manipulación de datos. Si no pueden asegurar una elección transparente con boleta de papel, ¿Cómo van a asegurar la transparencia de la boleta electrónica que se ha demostrado ser más vulnerable? Desde hace algunos años países como Holanda, Alemania, Austria y Bélgica han descartado y algunos de ellos hasta prohibido el voto electrónico tras haber demostrado su inconsistencia.

No existe reforma electoral seria sin un planteo ético. Y es inevitable. Si las vastas demostraciones de su vulnerabilidad alrededor del mundo no alcanzan para convencer al oficialismo, sólo produce dudas acerca de la intención de implementar rápidamente esta tecnología. Se quiere convencer al pueblo de que nada es más seguro que la tecnología, pero los entendidos en la materia lo desmienten y plantean todo lo contrario:

"Ciertamente, quienes venimos del campo de la política de la tecnología, como los activistas del software libre, sabemos perfectamente que las tecnologías distan mucho de ser neutrales y que existen discusiones sobre quién controla realmente los avances de la ciencia y la técnica. Quizás esa sea la razón por la cual el voto electrónico, que tanto y tan profundamente ha permeado en grandes sectores no lo ha hecho entre quienes trabajan en Software Libre o se especializan en seguridad de sistemas de información, ámbitos en los que genera desconfianzas profundas. Será tal vez porque desde esos sectores que trabajan cotidianamente con las nuevas tecnologías se entiende realmente que la idea de neutralidad y transparencia asociada a la tecnología no es más que una falacia y una construcción que se ha impuesto a fuerza de discursos interesados, armados para consolidar estas herramientas." Así lo explican Beatriz Busaniche, Federico Heinz y Alfredo Rezinovsky en el libro titulado "Voto electrónico, los riesgos de una ilusión".

Cabe aclarar que la raíz de la vulnerabilidad del sistema, centrada en la posibilidad de adulteración de los datos, no se resuelve con la intervención de especialistas informáticos que controlen su validez. Esto quedó demostrado con la falla detectada en el sistema utilizado en la ciudad de Buenos Aires en 2015, habiendo superado auditorias durante años.

Además nos encontramos frente a un sistema que complica un proceso simple como es el sufragio y niega a la ciudadanía la posibilidad de controlar uno de los actos más importantes de la democracia. La condición universal del voto y el carácter secreto del mismo se ven amenazados por una intermediación en la instancia de control realizada en este caso por un grupo de expertos. El derecho a elegir debe estar garantizado a todos los ciudadanos independientemente de su formación y no encontrarse bajo el control de una élite.

El oficialismo está eludiendo su responsabilidad de garantizar que el sistema electoral con boleta de papel, que los llevó al poder, sea transparente.